Resumen
Las cardiopatías congénitas son las malformaciones congénitas más frecuentes, con una incidencia que clásicamente se ha establecido entre 8 y 10 casos por cada 1.000 recién nacidos. No obstante existe cierta heterogenicidad según el área geográfica y la metodología de los estudios(1). Aunque una proporción importante de los defectos cardiacos congénitos no representan una amenaza directa para la vida del recién nacido, entre el 20 y el 25% son defectos críticos que requieren atención médica o quirúrgica urgente, por lo que es preciso realizar en estos casos un diagnóstico lo más precoz posible(2). A este respecto, en los últimos años estamos asistiendo a un aumento de las tasas de diagnóstico prenatal, lo que ha demostrado reducir la mortalidad de estos pacientes(3,4). A esto hay que añadir la implementación del cribado con pulsioximetría, que ha demostrado ser un método eficaz para la detección temprana de defectos cardiacos críticos no diagnosticados de forma prenatal e igualmente ha demostrado disminuir la mortalidad (5). En España, la Sociedad Española de Neonatología, a través de su Comité de Estándares, publicó las recomendaciones al respecto en el año 2018(6) comentadas también por la Sociedad Española de Cardiología Pediátrica(7). Pero a pesar de estos avances, aproximadamente un 20-30% de los defectos cardiacos críticos se diagnostican de forma tardía(8,9). Tanto si nos enfrentamos a un caso asintomático detectado mediante cribado con pulsioximetría como a un paciente con clínica establecida es necesario seguir una pauta de actuación. Las cardiopatías se presentan en el neonato de formas diversas aunque limitadas, simulando a veces cuadros no cardiológicos, y pudiendo, en ocasiones, asociarse a otras patologías. El abordaje de estos niños va a ser variable en función de la institución en la que desempeñemos nuestro trabajo, estando condicionado de forma muy importante por la accesibilidad a la ecocardiografía.
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