Abstract
Nos encontramos ante un síndrome que encuentra su caldo de cultivo excelente en el medio sanitario y que, además, se extiende lentamente a otros medios muy importantes para la salud mental del médico. En efecto, incluso, los familiares y los propios pacientes son percibidos como agentes desencadenantes y observadores del burnout del pediatra; es decir, de los diferentes signos de alarma. El paciente sufre cada día, pero también el médico y ello, supone un gran desgaste psíquico que trata de compensar con más conductas altruistas que pueden agravar también su estabilidad emocional.
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Copyright (c) 2006 Boletín de Pediatría