Abstract
Durante las últimas décadas, las distintas patologías de base alérgica han experimentado un crecimiento exponencial en los países industrializados. En concreto, las reacciones alérgicas a los alimentos son un problema de interés pediátrico creciente tanto por el aumento de su prevalencia como por el impacto personal y social que producen. La prevalencia de alergia alimentaria estimada en la población pediátrica general se sitúa en torno al 4% pudiendo llegar hasta el 8% en los niños más pequeños (1-3). La complejidad de las reacciones adversas a alimentos ha generado confusión en la terminología aplicada durante décadas. Actualmente se siguen las directrices del documento elaborados en el año 2001 por la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica (4). Reacción adversa a un alimento se define como la respuesta clínica anormal que se atribuye a la exposición de un alimento o aditivo alimentario. Ésta puede deberse a sustancias tóxicas presentes en los alimentos de forma natural o por contaminación, o bien, a reacciones de hipersensibilidad (Fig. 1). El término alergia alimentaria deberá aplicarse únicamente a aquellas reacciones alimentarias de hipersensibilidad de mecanismo inmunológico y reservar el de intolerancia a las producidas por otros mecanismos: enzimáticos, farmacológicos, etc.
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Copyright (c) 2011 Boletín de Pediatría