Abstract
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es el problema de conducta más frecuente en la edad pediátrica y se engloba dentro de la categoría de los trastornos del neurodesarrollo. Otros trastornos que pertenecen a esta categoría son los trastornos del desarrollo intelectual, los trastornos de la comunicación, los trastornos del espectro autista, los trastornos del aprendizaje y los trastornos de las habilidades motoras(1). Las primeras referencias clínicas en niños ya se conocen desde 1902 tras la publicación en la revista Lancet por Still(2) de 43 niños con problemas graves en la atención sostenida y en la autorregulación “Some abnormal psychical condiction in children” y, a lo largo del siglo XX y nuestro siglo actual, se multiplican exponencialmente las referencias al TDAH en la literatura biomédica. La magnitud y prevalencia del TDAH es variable según la metodología y criterios diagnósticos utilizados pero a pesar de las diferentes cifras publicadas se estima que está en torno al 5-8% con predominio en varones y sin que se evidencia un aumento en las tres últimas décadas ni influencia del área geográfica(3). En España la prevalencia media del TDAH en niños y adolescentes según una revisión sistemática y metaanálisis de los estudios epidemiológicos publicados es del 6,8%(4,5), mientras que en EE.UU., según los últimos datos disponibles, 5,4 millones de niños y adolescentes que corresponden al 8,4% de la población americana de 2-17 años de edad tienen un diagnóstico actual de TDAH de los cuales el 62% toma medicación.
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