Abstract
Este mes de septiembre se cumplen 25 años de mi llegada como pediatra a Gijón. La vida corre rápido y con ella la muerte llega imparable. Jovino Baizán fue uno de los primeros compañeros de la ciudad a los que empecé a tratar. Tuve una visión privilegiada de su capacidad profesional y del agradecimiento que allí le guardaban muchas familias, ya que mi cupo de niños en El Llano procedía del ambulatorio Puerta de La Villa, parte de él y parte del doctor Frutos. Bondad, competencia, compromiso, generosidad, simpatía y compañerismo son algunas de las palabras que me trae su recuerdo. Rápidamente me hizo notar que era un hombre sensible y educado, ejemplo de los valores sobre los que construyó su vida entera. Cada día se sabía que se acercaba a la consulta porque puntualmente se le sentía llegar silbando, desentendido y alegre. Luego se esforzaba por lograr la confianza de los niños y solucionar las preocupaciones de sus padres.
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