Abstract
Si se dispusiese de una nueva vacuna que pudiese prevenir más de un millón de muertes infantiles por año, que además fuese barata, segura, se administrase por vía oral y no precisase de una cadena de frío, se convertiría inmediatamente en una prioridad para la salud pública. Pues bien, la lactancia materna puede suponer eso y más, sin embargo algo tan sencillo, precisa su propia ‘cadena de calor’ o ‘apoyo humano’.
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