Abstract
Las tres características esenciales de cualquier texto científico son la veracidad (lo escrito no debe ser falso), la precisión (lo escrito debe tener una única interpretación posible) y la claridad (el texto no debe ser incomprensible, pesado ni farragoso). La veracidad exige estar familiarizado con el idioma y con la disciplina científica de que se trate. La precisión exige conocer a fondo la terminología especializada de la lengua a la que se traduzca. La claridad, por último, exige un dominio notable de los recursos léxicos, sintácticos y estilísticos. En los últimos años estamos siendo testigos de un deterioro progresivo del lenguaje científico médico, que se puede constatar cada día al leer los textos de nuestras publicaciones científicas o al escuchar alguna comunicación oral. En ambas situaciones se echa de menos precisión y claridad, que son sustituidas por un modelo inaceptable de redacción, en el que además se incluyen términos inexistentes en castellano, que representan malas traducciones literales de términos ingleses, habida cuenta que las fuentes bibliográficas médicas se editan casi exclusivamente en inglés y que el 80% de las referencias bibliográficas de cualquier publicación médica están escritas en dicho idioma...
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Copyright (c) 2004 Boletín de Pediatría